LOS GRIEGOS QUE CREARON LA PALABRA, TRADUCIAN LA PALABRA ENVIDIA COMO “EL QUE NO VE CON BUEN OJO”… SI NOS FIAMOS DE LA SABIDURIA DE ESTE TERMINO, BASANDONOS EN QUE TODO EL MUNDO SUELE ASEGURAR QUE LA GRECIA CLASICA ERA FUENTE Y CUNA DE FILOSOFOS, CIENTIFICOS Y PENSADORES “A CASCOPORRO”, ENTONCES TENDREMOS QUE ADMITIR QUE TRUEBA, “EL DIONI”, Y LETICIA SABATER, SON GRANDES ENVIDIOSOS…” 

 

La Envidia es considerado por el Cristianismo como un pecado capital porque dicen que ayuda a generar otros pecado; El término "capital" no se refiere a la magnitud del pecado sino a que da origen a muchos otros pecados y rompe con el amor al prójimo que es una de las máximas cristianas y de hecho para uno de los principales teólogos, Santo Tomás de Aquino, la envidia es "la tristeza del bien de otro".
 

Dante Alighieri en el poema de “El Purgatorio”, define a la envidia como "un amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos." El castigo para los envidiosos es el de cerrar sus ojos y coserlos, porque reciben placer al ver a otros caer. Hay una curiosidad sobre todas estas concepciones de este pecado, y es que en la edad media, un famoso cazador de brujas, el cardenal Peter Beasbal le atribuía la generación y dispersión de la envidia, a un demonio marino llamado Leviatán, demonio que al parecer sólo era controlado por Dios… ¿extraño no?.

 

Sin embargo, en el ámbito del psicoanálisis la envidia es definida como un sentimiento experimentado por aquel que desea intensamente algo poseído por otro. La envidia daña la capacidad de gozar y de apreciar lo que posee uno mismo. Es el factor más importante del socavamiento de los sentimientos de amor, ternura o gratitud. La envidia es un sentimiento enojoso contra otra persona que posee o goza de algo deseado por el individuo envidioso, quien tiene el impulso de quitárselo o dañarlo. A diferencia de los celos, que se basan en el amor y comprenden un vínculo de por lo menos tres personas, la envidia se da de a dos y no tiene ninguna relación con el amor. La persona envidiosa es insaciable porque su envidia proviene de su interior y por eso nunca puede quedar satisfecha, ya que siempre encontrará otro en quien centrarse.

 

 

Existen dos definiciones psicológicas para la envidia, de acuerdo a la primera, la envidia es sentir tristeza o pesar por el bien ajeno. Lo que no le agrada al envidioso no es tanto algún objeto en particular que un tercero pueda tener sino la felicidad en ese otro. Entendida de esta manera, es posible concluir que la envidia es la madre del resentimiento, un sentimiento que no busca que a uno le vaya mejor sino que al otro le vaya peor.

 

De acuerdo a la segunda de las acepciones, la envidia se puede encuadrar dentro de la emulación o deseo de poseer algo que otro posee. Siendo en este caso que lo envidiado no es un sujeto sino un objeto material o intelectual. Por lo tanto en esta segunda forma la base de la envidia sería el sentimiento de desagrado por no tener algo y además de eso el afán de poseer ese algo. Esto puede llegar a implicar el deseo de privar de ese algo al otro en el caso de que el objeto en disputa sea el único disponible. 

 

Afortunadamente, la envidia es una enfermedad que aunque aqueja a uno no es fácil que sus efectos se transmitan a los demás, ya que a los envidiosos suele vérsele venir de lejos, y tarde o temprano se delatan como tales, hay un verde brillo en sus miradas que te deja bien claro que solo saben envidiar lo que hacen los demás en lugar de ponerse ellos a hacer cosas, y entonces lo suyo es usar frases como esta que a mi particularmente me encanta, “Me gusta que hables tanto de mí, eso me demuestra que mientras yo vivo, tú sólo estás mirando...”.

 

Y aquí se va a terminar por hoy, durante el programa envidiaremos todo absolutamente…  ¡O no!

 

¡¡ INVIDIAE EST ALIQUID QUOD…!!

 

 

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