MIS LABIOS ESTAN SELLADOS… (Secretos, confidencias y callarse a tiempo)

Me parecéis todos muy ilusos si de verdad os creéis en algún momento que voy a hablaros sobre el tema que trataremos en el programa del sábado.

De hecho, no se me ocurre ninguna buena razón por la que haceros semejante confidencia.

¡ES SECRETO, Y JAMAS EN LA VIDA CONSEGUIREIS QUE OS LO CUENTE…!

La verdad es que si me dieran un euro por cada vez que me han soltado esta frase, a estas horas hasta creo que le habría subido el sueldo al equipo del programa… obviamente si se lo pagara, cosa que no es el caso.

El ser humano es una bestezuela ruin y miserable que siempre que puede prefiere evitar contar todo lo que sabe, ya que tiene el convencimiento de que cuanto más se guarde para sí más poder tiene sobre los demás.

No seré yo quien niegue el concepto de que “la información es poder”, es más que evidente que conocer secretos del adversario te puede facilitar mucho tener ventaja a la hora de desbaratar sus planes, pero, lo que resulta más que cuestionable, es comportarse de la misma manera con absolutamente todo el mundo.

Que seas muy celos@ de tu privacidad vale… pero que el cónyuge con el que llevas casad@ más de treinta años, se entere el día de tu entierro de que tenías otr@ espos@, con quien además habías formado una segunda familia simultánea con tres hij@s a punto de entrar en la universidad…  me parece simplemente más un abuso, que un ejemplo modélico de gestión de un estatus de confidencialidad, lo excuséis como lo excuséis y lo vistáis como lo vistáis, y cuidado, os puedo asegurar que conozco casos reales como el que os acabo de contar.

Y en el trabajo suele ser incluso peor… el negarles información necesaria a compañeros de trabajo, de una forma más o menos disimulada, es, os lo aseguro una de las formas más comunes de deshacerse de los rivales que también aspiran a ese cargo que deseas profundamente.

Pero es que ni siquiera con los amigos somos capaces de dejar de esconder cosas, y aunque como ya he dicho antes, entiendo perfectamente que haya que mantener un cierto grado de reserva sobre los pensamientos y deseos propios, lo de comportarse todo el día como un espía infiltrado tras las líneas enemigas me parece una exageración perversa, algo digno de un verdadero trastorno de personalidad, porque planteároslo por un momento… si estas desconfiando de tus amigos y familia, probablemente sea porque no los consideras como a tales, entonces… ¿Por qué te llenas la boca con orgullo desmedido cuando hablas de TUS amigos y TU familia?

Aunque lo mejor es la carita mitad de “no haber roto nunca un plato”, y mitad de asombro que se os pone cuando ese amigo friki que tenéis, os comenta un buen día el dicho que tienen los japoneses sobre que tienen tres corazones, “…Uno falso para que todos puedan verlo, otro escondido en el pecho reservado para la familia y los amigos excepcionales, y por último  el verdadero, que solo ellos y los dioses conocen…”, y ante esto os quedáis patidifusos, como si vosotros no hicierais lo mismo aunque sin el valor de admitirlo públicamente, lo que de nuevo nos da la idea de que sois incapaces de aceptar vuestro mal fondo y las cosas que os hace hacer.

No voy a cuestionar que temas como la política, la gestión de estado, la economía o el combate requieran del uso del subterfugio, cualquiera puede llegar a entender5 que hay cosas que se hacen las naciones que nunca deberían de ver la luz, pero lo absurdo es aplicar el mismo criterio a nuestra vida diaria.

No podemos ni debemos intentar comparar una operación “negra” de la CIA con esconderle a tu pareja que te estas intentando tirar a otra mujer contactándola a través de Tinder.

Hay que saber guardar los secretos que se nos confían, pero también hay que saber que es merecedor de ser secreto y que no.

El resto se desvelará el sábado… o no.

Hasta ese momento me despediré con una frase de Benjamín Franklin (1706-1790)

“Tres podrían guardar un secreto si dos de ellos hubieran muerto…”

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YA NO HABRA SECRETOS PARA VOSOTROS.