Título: Siempre hemos vivido en el castillo
Autora: Shirley Jackson
Traducción: Paula Kuffer
Editorial: Minúscula
Págs: 222
Precio: 18,50 €
 
 
¿Se puede llevar una vida más o menos apacible tras la muerte fortuita de casi todos los miembros de una familia? ¿Qué consecuencias tendría este hecho para los miembros de la familia que quedan, tanto a nivel interno (dentro del hogar) como fuera de ella (en el entorno más cercano)? ¿Hasta qué punto es necesario construir una nueva rutina para seguir adelante? Estas y otras muchas preguntas, casi todas la mar de siniestras, tienen su correspondiente respuesta en “Siempre hemos vivido en el castillo”, la genial novela de Shirley Jackson de la que hoy os hablaré. 
Mary Katherine Blackwood es una chica de dieciocho años que vive en un gran caserón a las afueras de un pueblo americano junto a su querida hermana mayor, Constance, su tío inválido, Julian, y su gato Jonas.  La vida transcurre de forma apacible y rutinaria dentro de la casa. Los problemas surgen cuando Mary Katherine debe ir al pueblo a comprar. Allí todos odian a las hermanas Blackwood, especialmente desde que hace seis años murieran los otros miembros de la familia envenenados durante la cena. Las cosas se complican aún más cuando un misterioso y avaricioso primo llega a la casa de las chicas con la intención ya no solo de robar todo el dinero, sino de convencer a Constance de que salga de nuevo de casa y cambie de vida. Menos mal que ahí está Mary Katherine para velar por los intereses de las dos hermanas y mucho más. 
 
He leído un sinfín de buenas novelas en mi vida. Pocas, sin embargo, me han parecido fascinantes tanto por el desarrollo de su trama, la psicología de los personajes, los diálogos y la atmósfera creada por el autor o autora. “Siempre hemos vivido en el castillo”, esta novela gótica de mediados del siglo pasado, sin lugar a dudas, es una de ellas. Ahora bien: como siempre me sucede con un libro que tanto me ha gustado, me temo que no sabré escribir una reseña perfecta. Si no quedáis satisfechos con lo que hoy escrito, os insto a leer el maravilloso posfacio que Joyce Carol Oates le dedica a este libro (lo encontraréis en las páginas finales). 
 
La sospecha siempre sobrevuela las cabezas de los miembros vivos que quedan de una familia cuyos miembros, en su mayoría, han muerto asesinados de una u otra manera. Por mucho que estos miembros vivos intenten llevar una vida normal, siempre serán vistos con miedo por los demás. Esto sucede en parte con las hermanas Blackwood en “Siempre hemos vivido en el castillo”. Lo sorprendente es que, hasta cierta parte del libro, también haya burla por parte de sus vecinos. Una burla atroz. Por eso la pequeña Merricat teme tanto ir al pueblo a comprar provisiones. 
 
Los vecinos son el enemigo, “los otros” hostiles. Nunca han soportado a las Blackwood, menos ahora que han absuelto a Constance de los cargos presentados y el crimen ha quedado sin castigo. Pero, ¿es que no tiene la chica suficiente con el encierro voluntario en el que vive? 
 
Los amigos de las Blackwood son pocos, y nunca se sabe con qué intenciones llegan. Muchos, desde luego, están asustados. ¿Quién les dice que no volverá Constance a envenenar el té? Al fin y al cabo, ni siquiera se sabe qué la llevó a hacerlo en el pasado.
 
Pero sí, claro que hay una razón para todo esto. Las claves las encontraremos en Mary Katherine, esa protagonista y narradora tan rica en matices, esa chica oscura tan atrayente para el lector. Mary Katherine es muy inteligente, aunque se comporta como una niña en muchas ocasiones. Siempre se dice que tiene que portarse mejor con su tío Julian, aunque este ni siquiera sepa que existe. Sus pensamientos hacia los que no viven en la mansión son siniestros, aunque hacia su hermana mayor sienta un amor desmesurado. Es hábil en unas situaciones, torpe en otras tantas. 
 
Os daré una pista: Mary Katherine y Constance no tienen una relación corriente entre hermanas, sin llegar a ser algo incestuoso. En realidad, todo es muy ambiguo, aunque también muy claro: Mary Katherine es la niña pequeña; Constance, la madre. Mary Katherine no tiene permiso para hacer algunas cosas, de ellas ha de encargarse Constance. Mary Katherine haría cualquier cosa por echar al primo Charles de casa y por que el amor de Constance fuera solo para ella. Y hasta ahí puedo leer. 
 
O mejor digo algo más: el final de esta novela os resultará tan sorprendente como malévolamente encantador. ¿No os dan ganas de descubrirlo? 
 
“Siempre hemos vivido en el castillo”, en definitiva, es una maravillosa novela gótica ambientada en una América profunda y discriminatoria con unas hermanas tan dulces como lúgubres y siniestras como protagonistas. Entra ahora en la casa de las Blackwood y descubre la importancia de la rutina, los escondrijos de Mary Katherine, todos esos secretos que los demás desconocen y que tan al descubierto quedan para los que sabemos atar bien los cabos. Estoy segura de que al principio las temerás, pero que poco a poco les irás cogiendo cariño hasta el punto de querer vivir tú también para siempre en el maravilloso y siniestro castillo de las Blackwood.
 
 

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